Todos hablamos de la Felicidad. Todos la buscamos intuitivamente. Creemos que sabemos de qué se trata.
Pero cuando queremos definirla se nos escapa una y otra vez su significado.
Es que la Felicidad más que definirla hay que sentirla.
Es algo parecido a lo que nos sucede con el Amor. Nadie sabe bien que es el Amor hasta que lo ha sentido.
Por lo tanto podemos decir que nadie sabe lo que es la Felicidad hasta que la ha experimentado. Hasta que no sentimos ese estado especial que nos hace sentir plenos y realizados.
Debo decir que no creo que la Felicidad sea un estado permanente. Creo, más bien, que son pequeños momentos donde sentimos una especie de embriaguez que nos hace sentir contentos, satisfechos. Como si algo que esperábamos se ha producido, nos ha alcanzado.
Estos momentos no son muy extensos en el tiempo pero son una carga de energía que nos ayuda a sobreponernos a dificultades y contratiempos. Un oasis en pleno desierto.
Si me pongo a recordar momentos de felicidad debo remontarme a mi infancia. La Felicidad que sentí al leer mis primeras historietas con los inolvidables dibujos del Tarzán de Burne Hogarth o El Príncipe Valiente de Harold Foster. Mis primeros libros de cuentos de Perrault, las fábulas de Esopo y otros. Una buena nota en el colegio. Mis primeros dibujos, hechos en tardes enteras de Felicidad.
Otros ejemplos de dicha podrían ser los juegos con mis amigos en un mundo mucho menos complejo que el actual. Tomar agua fresca de una manguera después de un partido de fútbol callejero que había durado horas, los aplausos de la gente grande que nos contemplaba ante una buena jugada. Todas cosas que hoy no parecen tener importancia pero que, en esos momentos, nos llenaban de Felicidad y nos dejaron buenos recuerdos.
Haber conocido a mi primera novia, haber podido comprar mi primer departamento, el día de mi casamiento y el nacimiento de mis hijos también fueron momentos de gran Felicidad.
No puedo evitar nombrar la aparición de los Beatles en la década de los 60 que dentro de una adolescencia conflictiva como la que se vivía en aquellos años, nos trajeron una bocanada de aire puro.
El mundo cambió y los jóvenes, de alguna manera, nos sentimos representados.
Sería largo enumerar momentos felices aunque todos sabemos que están matizados de contratiempos y dificultades. Por eso no creo que sea un estado largo e ininterrumpido a través del tiempo.
Debo agregar que no hay una fórmula para ser feliz. Quizás una puesta de sol en una playa vacía nos haga alcanzar ese éxtasis bienhechor que nos hace sentir tan bien.
Muchas veces pienso que ir tras de la Felicidad no es lo ideal aunque esto sea una aspiración universal.
Más bien hay que dejar que aparezca y disfrutar el momento.
Hay que recordar que la Felicidad casi siempre aparece como resultado de nuestras acciones. Si obramos mal es muy difícil que alcancemos un estado de plenitud como lo es la Felicidad. Sentir envidia o rencor por el bienestar de los otros, aleja totalmente de nuestro lado la posibilidad de ser felices.
La verdadera Felicidad se siente y se comparte.
Si bien aconsejo más disfrutarla, cuando aparece, que analizarla, no es malo en ciertos momentos hacer ambas cosas. Yo lo he hecho en este breve texto y me dio un gran momento de Felicidad hacerlo.
Espero que ustedes también pasen un buen momento al leerlo.